El crucero...

Fue casi sin darnos cuenta que subimos al barco. Navegar quizá era la opción mas lejana a nuestras necesidades pero de repente estabamos allí.
Un barco enorme nos recibía. Un olor particular en los pasillos. Un aroma a lavanda en los camarotes.
Estabamos allí. Finalmente se estaba cumpliendo el sueño de realizar el "crucero". Todo era lujoso y nuestra habitación nos mostraba el mar infinito desde una ventana sin cortinas que dejaba mostrar el azul casi turqueza de ese puerto. Estabamos por alejarnos de Miami. Llovía muy suavemente y la lluvia golpeaba en el mar como una caricia.
Dejamos rapidamente las valijas y sin acomodar la ropa,que era muchísima sin duda, empezamos a recorrer ese majestuoso y casi desbordante crucero o barco; en realidad nunca supe si se decía de la misma manera.
Caminamos, reimos, descubrimos lugares preciosos, tres confiterías temáticas, dos anfiteatros decorados con espejos y predominio de colores marinos, una sala de cine, el infaltable Casino que se desplegaba desde la popa casi hasta la proa.
Un fotógrafo nos sacaba fotos y los dos sonreíamos sin esfuerzo.
Volvimos recorriendo otros caminos, tomamos un ascensor de acero inoxidable y bronce recién lustrado que nos dejó en la cubierta principal. La alfombra allí se hundía a nuestro paso. La tarjeta para abrir la puerta era de plástico azul y amarillo. Obvio que nada que ver con Boca Juniors pero nos dibujó una sonrisa cómplice cuando la vimos...

Entramos al camarote. El televisor colgaba de la pared y frente a él había un cuadro de una sirena que nos pareció espantoso. Pero todo lo demás era perfecto. Las camas con sábanas rosadas mostraban una caja dorada de bombones que nos daba la "bienvenida".
Nos duchamos y fuimos a cenar. El movimiento nos hizo dar cuenta que ya estábamos en medio del océano. Era una sensación maravillosa.

El mar...él y yo...
Y nuestra exagerada necesidad de recorrer nuevos puertos.
El mar, él y yo...
Y nuestra imperiosa necesidad de redescubrirnos o de empezar de nuevo...


Laura