
Caminaba sin rumbo por el barrio.
Era un triste domingo gris con olor a lluvia.
No estabas.
Yo temblaba recordando tu sonrisa .
Sentí frio.
Algo en mi interior me golpeó la sangre...
A lo lejos ví la calesita.
Recordé mi infancia.
Ese dulce aroma de pochoclo recien hecho, me iluminó con fantasmas hermosos del pasado que casi
magicamente no te nombraban.
Ví un niño. Dos . Tres. Muchos girando y girando. Mi cuerpo giraba tambien .
Mis ojos seguían ese ir y venir de imágenes reales y pasadas...
Recordaban ese dar vueltas, en mi niñéz, implorando que no sea la última. Que otra vuelta más. y otra...y otra...
Subí .
No pude resistir la tentación de ver el mundo desde arriba. Dando vueltas sin saber cual eje, cual punto de referencia
se movía o quedaba quieto.
Comenzó a llover. Primero una pequeña garúa y después una dulce tormenta.
Pero yo seguía girando y girando...
Empecé a recordar momentos hermosos.
Estaba llorando... pero ya no te recordaba.
Sólo recordaba ese pasado lejano, esa infancia llena
de domingos con sabor a plaza.
Ese reemplazo de recuerdos me dibujó una sonrisa envuelta en lágrimas...
No era felíz...
Pero era lo más parecido a la felicidad que había sentido alguna vez, algún día, algún invierno...
La simpleza del barrio parecía aplaudirme...
Creo que aplaudió con más energía cuando saqué la sortija y pude dar otra vuelta más... gratis...
Después me fui.
Mi corazón seguía girando.
Entre el sentimiento de estar tan cerca y sentirte lejos
y estar tan lejos y sentirte cerca...
Como esa calesita.
Que pertenecía a mi vida pero que ya no me pertenecía...
Laura